Encontrábase como vimos ya
Everton instalado en un centro de enseñanza, y sus carencias
fisiológicas paliadas por la sapiencia de su veterana maestra.
Nuestro héroe disfrutaba de la escuela. El primero en llegar y el
ultimo en irse. El resto de los compañeros l
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o ignoraba, algo bastante mejor de lo que sucedía en su casa donde la tortura doméstica era su sino.
Y como si eso fuera poco estaba
Gracielita.
Everton soñaba despierto. Sus bucles, su aliento a chicle de banana, sus ojos, celestes como las rayas de la bandera oriental.
No le faltaban razones a
Everton para ilusionarse con su
compañerita, es que ésta,
munida del ánimo de
Florence Nightingale daba todo de si para ayudar al baldado.
Un día lo invitó a tomar la leche en su casa.
Everton aterrorizado se disculpó aduciendo que tenía que bañar a la
Polola.
Para la quinta vez no le quedaban recursos.
Ese día fue bañado a la escuela