Un largo y Cálido verano

El fornido individuo apareció en la entrada del negocio sin ruido alguno que lo precediera.
Allí parado se quedó. En el vano de la puerta.
El contraluz producido por el violento mediodía y la penumbra del salón, mi miopía y la mugre de mis lentes me impedían distinguir su rostro.
- Vengo de parte del Dr. Bernárdez, casi gritó. Por la mucanga!
Ya me habían advertido que iba a pasar esto.
La mucanga es un bien muy preciado en esta zona, y se puede pasar de don nadie a ser alguien importante con solo poseerla.
Curioso, ya que nadie ha visto una jamás.
Mi patrón me explicó también que intentarían engañarme de mil maneras diferentes para llevársela.
- Y qué espera! gritó el desconocido. Acá tiene el poder!
Un papel rotoso voló desde el hombre al mostrador.
Lo abrí. Tenía manchas de grasa. En el decía con una letra garrapateada que yo sabía no era del Doctor : "...autoriso a Ilíades Piñeyrúa a retirar la mucanga"
- Documento por favor
Me tiró su identificación. No se acercó al mostrador.
El documento parecía original y los nombres coincidían.
- Dinero
Sacó de su jubón de cuero una bolsa de tripa con billetes dentro. Me la arrojó.
La bolsa y los billetes hedían, pero yo debía controlarlos.
- Suficiente. Pase y retírela de la puerta dos
El tipo entró y se dirigió a la puerta . No lo miré, más intuí una cicatriz cruzándole la cara.
Abrió la puerta. Con un ruido similar al que se hace al beber un batido con sorbito, algo lo desapareció .
En segundos era yo la única persona en el salón.
Sin apuro fui a cerrar la puerta. Justo cuando la cosa escupía un anillo. Parecía oro. Suerte para mi.
Cerré la puerta con cuidado. Volví al mostrador.
Mientras ordenaba el dinero recordaba el ayer, hace tiempo.
Cuando la Mucanga era un chanchito