Ay , queridos lectores. Que sería de mi sin vosotros?.
En nuestra última entrega habíamos visto como llegaron a conocerse mis padres.
También habíamos visto que, con la aprobación del cura Mahler, quien era el superior de mi padre en la iglesia de Melilla, éste había quedado alojado en la mansión de mi madre.
Si bien para los testigos del desvanecimiento, el estado de salud de mi padre requería de cuidados, tanto él como mi madre sabían que no era así.
Según me han contado algunas viejas, que eran parte de la servidumbre en esos tiempos, apenas llegados a la casa, mi madre lo hizo acostar en una de las habitaciones para huéspedes en una construcción aparte de la casa principal.
Le hizo enviar una colación a media tarde. A la noche ella misma fue a visitarlo.
Esa noche nadie durmió en la casa. Los ruidos, gemidos, alaridos y sonidos delataban una actividad sexual desenfrenada.
Uno de los peones quiso intervenir, pensando que se estaba desarrollando un acto de violencia.
William, el experiente y discreto mayordomo lo impidió. "La señora sabe muy bien defenderse por si misma. Quédese tranquilo Jacinto. Es otra cosa"
Este programa se repetía todos los días a cualquier horario. Lo único que lo impedía era la visita de Mahler o uno de sus enviados, interesados en la salud de mi padre.
Invariablemente requería unos días más para recuperarse.
Apenas el cura cruzaba el portón, volvían las actividades.
Recuperóse mi padre de su delgadez rápidamente, así como volvieron a ser lampiñas sus palmas.
Su próxima movida fué instalarse en la casa principal. Ahí si, para la servidumbre era una sorpresa permanente.
Ruidos inesperados, vajillas que caían, gemidos, golpes, incluso quedar aprisionado entre los dos amantes en una figura inesperada.
Unos se resignaron, otros renunciaron. En la villa se la comenzó a llamar la mansión de Satán.
William, la cocinera y una mucama, así como dos peones siguieron trabajando con las reservas del caso. Nada de lo que pasaba en esa casa se sabía en el poblado.
A uno de los peones, que comentó algo en el almacén, el propio William le cortó la lengua con un acero al rojo vivo. Aprendió así la lección. Nunca más emitió palabra alguna.
Así como en la mansión Coolighan se vivía la orgía perpetua, muy otra era la realidad en la iglesia del cura Mahler.
Una vez convencido de que el padre Warren no iba a volver, se dedicó a su parroquia con fervor. Fué ese mismo fervor, junto a una incipiente demencia senil que fue raleando el ya reducido número de asistentes a los servicios.
Un día los llamaba de fornicadores, otra de perezosos ignaros. Una vez le pegó un cachetazo a un niño porque le halló cara de calabrés.
Al ir disminuyendo su grey, se fue ensimismando. Ya casi no escuchaba lo que se le decía porque se pasaba conversando con una voz interna.
Esa voz le insistía en que el era el elegido para culminar la obra de su homónimo Gustav Mahler, y debía dedicar el resto del tiempo que le quedara sobre la tierra a componer la sinfonía romántica definitiva.
Hizo reparar un pequeño armonio por un artesano de la zona. Se encerró en una habitación con el intrumento, partituras, tinta, plumas de ganso y papel secante.
Una vez por día salía a comer algo que le dejaba en la puerta algún vecino misericordioso.
Finalmente dejó de salir.
Una extraña enredadera espinosa creció en una sola noche, impidiendo la entrada o salida por cualquiera de las aberturas de la construcción.
Según los vecinos se siguió escuchando música durante mucho tiempo. Al Cura nunca más nadie lo volvió a ver.
Cuando años después demolieron la construcción porque estaba en el trazado de la ruta nueva, nada encontraron. Ni cadáver ni partituras.
Solamente un pequeño armonio apolillado.
En la mansión Coolighan otras visicitudes se vivían. Al año y medio de haber llegado mi padre a la casa, el estado de preñez de mi madre era ya notorio.
Cursando el sexto mes de embarazo, mi madre tuvo que viajar a Buenos Aires.
Iba a inaugurar allí la primera fábrica mundial de Spiedos.
El citado aparato (tecnología de punta para la época), fue inventado por un canilita borracho de Villa Colón. Su nombre se desconoce.
Mi madre le sonsacó los detalles del diseño. Nunca participó de los beneficios de su invento.
La fábrica prometía ser una mina de oro. Dos meses antes de la inauguración ya tenían pedidos de todo el mundo.
Entonces, embarazada, mi madre decide cruzar el plata para retornar transitoriamente a su patria.
Mi padre la esperaba en casa con ansias. Mientras tanto un desfile interminable de prostitutas (provistas por William siguiendo órdenes de mi propia madre), le entretenía.
Todo parecía felicidad. Pero paradójicamente, malos aires soplaban en la decadente metrópolis platense.
The Aim of the Romanticism
Ay, loved readers. That it would be of my without you.
In our last delivery we had seen as my parents got to know themselves. Also we had seen that, with the approval of Mahler priest, who was the superior one of my father in the church of Melilla, this one had been lodged in the mansion of my mother.
Although for the witnesses of the fading, the state of health of my father required of cares, as much he as my mother knew that she was not thus.
According to there are counted some old ones to me, that was part of the servitude in those times, as soon as arrived at the house, my mother made it lay down in one of the rooms for guests in a construction aside from the main house. It made him send a collation to average afternoon.
To the night she herself went to visit it.
That night nobody slept in the house. The noises, moaned, howls and sounds exposed a wild sexual activity. One of the laborers wanted to take part, thinking that a violence act was being developed.
William, the experiente and discreet butler prevented it. "the lady knows very well to defend itself by itself. Calm Quédese Jacinth. It is another thing ". Program was repeated every day to any schedule.
Only which it prevented it was the visit of Mahler or one of his envoys, interested in the health of my father.
Invariably it required days more to recover. Hardly the priest crossed the inner door, returned the activities.
Recuperóse my father of their thinness quickly, as well as returned to be lampiñas their palms. Its next one moved fué to settle in the main house.
There if, for the servitude it were a permanent surprise. Unexpected noises, sets of dishes that fell, moaned, blows, even some of them was imprisoned between both loving in an unexpected figure.
They were resigned, others left the house. In the villa it was begun to call the mansion of Satán. William, the cook and one mucama, as well as two laborers continued working with the reserves of the case. Nothing of which it happened in that house knew in the town. To one of the laborers, whom something in the warehouse commented, the own William cut his tongue with a red steel the alive one.
It learned therefore the lesson. It never emitted word more some.
As well as in the Coolighan mansion orgía was lived perpetual, very another one was the reality in the church of Mahler priest. Once convinced that the father Warren was not going to return, it was dedicated to its parish with fervor. Fué that same fervor, next to a incipiente senile dementia that was raleando already reduced number of assistants to the services.
A day called them of fornicadores, another one of sluggish ignaros. To once it stuck cachetazo him to a boy because it found Calabrian face to him.
When being diminishing his congregation, one went becoming absorbed in thought. Almost it already did not listen what one said to him because went talking with an internal voice. That voice insisted to him on which the era the chosen one to culminate the work of his homónimo Gustav Mahler, and had to dedicate the rest of the time that it had left on the Earth to compose the definitive romantic symphony.
It made repair the small harmonium by a craftsman of the zone. One locked in in a room with the intrumento, scores, red, pens of ganso and drying paper. Once per day it left to eat something that left in the door some merciful neighbor him.
Finally it let leave.
A thorny enredadera stranger grew in a single night, preventing the entrance or exit by anyone of the openings of the construction.
According to the neighbors she continued herself listening to music during long time.
To Cura never plus anybody she returned it to see.
When years later demolished the construction because it was in the layout of the new route, nothing was found. Neither corpse nor scores. Only a small maked holes harmonium.
In the Coolighan mansion other visicitudes were lived. To the year and a half to have arrived my father at the house, the state of pregnancy of my mother was already well-known.
Attending the sixth month of pregnancy, my mother had to travel to Buenos Aires. There she was going to inaugurate the first world-wide factory of Spiedos.
The mentioned apparatus (high technology for the time), was invented by a drunk canilita of Villa Columbus. Its name is not known.
My mother him sonsacó the details of the design. He never participated in the benefits of his invention.
The factory promised to be a gold mine. Two months before the inauguration already had orders worldwide.
Then, pregnant woman, my mother decides to cross the silver to return transitorily to her mother country.
My father waited for it in house with anxieties. Meanwhile an interminable parade of prostitutas (provided by William following orders with my own mother), entertained to him. Everything seemed happiness. But paradoxicalally, bad airs blew in declining the metropolis platense.
martes, julio 26, 2005
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