miércoles, junio 29, 2005
Luminoso Amanecer
El tipo.
Vamos a llamarlo así porque no se diferencia en nada de otros miles de tipos que vivimos por ahí. Era un hombre metódico.
Todos los días después de terminar su día de trabajo en una agencia de loterías de la calle Sierra, se tomaba el 148 para Lezica.
Se bajaba y caminaba el trecho que lo separaba del club de baby fútbol. Una vez allí hacía base en la Cantina.
No hablaba con nadie. Los habitués lo conocían y no se metían con él.
Tomaba dos o tres cañas, miraba el entrenamiento de los pibes y se iba para su casa.
Sin apuro. Nadie lo esperaba
Esa noche tomó alguna de más y se retrasó mirando el entrenamiento. Los gurises que practicaban andarían alrededor de los nueve años.
Le llamó la atención uno. Muy habilidoso, pero displicente. Todos tenían que jugar para él. Rubio, pelo largo. Lindo pibe. En el club decían que en realidad no le gustaba el fútbol, que lo que quería era ser parodista.
El tipo conocía a la familia, vivían en la misma cuadra. No se daban mucho, pero siempre se saludaban.
Al pibe lo conocía desde que nació. Lo había visto crecer.
Cuando terminó el entrenamiento el tipo encaró y le dijo:
-Te acompaño hasta tu casa?
-Bueno, dale.
Y salieron por el descampado.
Al llegar a una zona oscura, rodeada de pajonales el tipo dice:
-Pppará
-Qué pasa ?
-Que tengo un regalo que te va a gustar
-Vamos, me lo das después, dijo el pibe intentando avanzar.
El tipo lo había previsto y lo agarró. Lo agarró bien fuerte por detrás y le dijo al oído.
-Te voy a hacer un regalito que te va a gustar mucho. Pero después no le podés contar a nadie porque te van a decir "El Puto"
El gurí paralizado no respondió.
El tipo comenzó a bajarle los pantalones con una mano mientras lo retenía con la otra.
El pibe lagrimeaba en silencio. Lo único que se escuchaba era la respiración jadeante del tipo.
Cuando el tipo se estaba abriendo la bragueta, se escuchó un ruido de ramas rotas y apareció lo inesperado.
Era Al-warren que, transvestido y disfrazado de hada rosada, venía con ua gallina bajo el brazo. Acababa de robar un gallinero y esa era su vía de escape.
-Largá a ese chiquilín. Degenerado!!, gritó en un falsete fadesco.
El tipo, asustado por la irrupción de semejante aparato soltó al pibe que cayó al suelo, y salió corriendo.
Al le dijo al niño.
-Ahora podés quedarte tranquilo. Yo te voy a acompañar a tu casa.
El gurí, sobrepasado por la acumulación de emociones, asintió, se subió los calzoncillos y los pantalones y le dió la mano.
Se fueron dejando atrás la oscuridad.
Al amanecer el sol se expandió glorioso sobre los fértiles campos y frescos montes.
A 20 metros de Camino Melilla, refulgía el pelo rubio de un niño yaciendo en el pasto.
Tenía una sangrienta sonrisa roja de oreja a oreja.
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