domingo, junio 19, 2005

EL HOMBRE. SENSATEZ Y SENTIMIENTO

"....Estábamos al borde del abismo, y dimos un paso adelante..."
Almirante Márquez, Circa 1980



LOS ORIGENES

Según los más recientes descubrimientos arqueológicos, la raza humana fue originada en el noroeste de la península ibérica. Eso explica en algo la situación actual de la humanidad.

En el origen, ni la mujer ni el hombre tenían mucho tiempo ni interés en el tema sentimental. Sobrevivían, y se reproducían con mayor o menor felicidad. En eso, que no es poca cosa, se les iba la vida.
Con el devenir de las edades, comenzó a notarse una división del trabajo. El hombre se dedicaba a la caza y la defensa, tareas fundamentales para la supervivencia del grupo, y la mujer sólo tenía que hacer el resto.
Como es lógico, el hombre, que se veía enfrentado a una multitud de peligros en forma permanente, no tenía tiempo ni ganas de ponerse introspectivo o sentimental. Había que hacer de tripas corazón, y aguantar la tacada, que para eso era macho.
Para la mujer, la cosa era bien diferente. Cómodamente instalada, satisfechas todas sus necesidades materiales por el macho proveedor, su característica básica de ser insaciable la lleva a inventar la interioridad, y con ella la existencia de los “sentimientos”.
Estos artículos, completamente ajenos a la mentalidad masculina, (eminentemente práctica y dirigida a objetos tangibles) comienzan a ser compartidos entre las mujeres; primero en forma discreta, y más acá en el tiempo en forma abierta y descarada. Tan es así, que se llegó a considerar como algo deseable, y más aún, indispensable, que la fulana lloriqueara, se desmayara de la impresión, y otras lindezas, que como es lógico estaban vedadas al hombre por las razones ya citadas.
Es también que por esos oscuros tiempos se origina el concepto de “insatisfacción”, que en la actualidad las eminentes psicólogas que publican en Vosotras, Para Ti, o Cosmopolitan denominan “maltrato emocional”, y que en el origen era restringido al bello sexo.

En una pintura rupestre descubierta recientemente en una cueva cercana a las de Altamira, se observa claramente una escena que se considera la imagen más antigua conocida de la exteriorización de los sentimientos por parte de una hembra humana. En ella se observan tres fieros osos gigantes atacando a un hombre que se defiende como puede, mientras la mujer lo mira desde lo alto de un árbol, a salvo, llorando. Eso sí, al pobre tipo no lo ayuda en nada, (al contrario de lo que hubiera hecho un hombre), porque seguramente ella estaba elaborando su duelo.
Hoy se diría que fue una respuesta emocionalmente sana por parte de la damisela. Eso no es nada, se sostiene alegremente que el hombre, en tanto macho, debería tener un comportamiento similar, y si no lo hace es porque es un individuo emocionalmente mutilado.
Imaginemos por un instante, (si tenemos mucha imaginación), que hubiera sido de la humanidad si ambos sexos se hubieran manejado con “sensibilidad”. Podemos asegurar que no hubieran habido guerras, depredación, o limpiezas étnicas por un motivo muy sencillo, la raza humana no existiría, ya que habría sido borrada de la tierra por sus enemigos naturales que se divertirían cazando humanos, que en vez de defenderse, lloraban, se torcían los tobillos al tratar de huir, o se desvanecían.
Es entonces necesario reconocer, que esta dicotomía comportamental fue la que aseguró el desarrollo de la humanidad.

Al hombre le correspondió asegurar las provisiones y la defensa, planificar el desarrollo de las civilizaciones, la práctica de la filosofía y la ciencia además de otras cosas.
A la mujer en cambio le tocaron tareas como: decoración de interiores, uso de indumentarias caprichosas, hacer la comida, y otras tareas menores. Pero no debemos olvidar una muy importante función; es la mujer la que origina la traición y el engaño (más adelante practicadas y perfeccionadas también por algunos hombres), otorgándole entonces, como lógica consecuencia al hombre dos titánicas tareas más: el desarrollo del arte y las religiones.

LA EVOLUCION
Con el avance y recambio de las civilizaciones, la división de tareas de la que ya hablamos fue llevando a una separación en los ámbitos en que los diferentes sexos actuaban. Al hombre le tocaba el ámbito público, la exterioridad, la intemperie. A la mujer, en cambio, lo privado, la interioridad, el abrigo.
Como es lógico, el hombre, que se enfrentaba diariamente al desafío de lo público, debía ser capaz de permanecer impasible y con la mente lúcida frente a las arduas tareas que le tocara desempeñar. La mujer mientras tanto, cómodamente reclinada en su recámara, podía darse el lujo de lloriquear porque se había enamorado de su profesor, (una relación prohibida, lógicamente).
Aparentemente, al día de hoy, las cosas han cambiado. El hombre ya no se enfrenta a osos sino a escritorios. Como los gastos en el hogar son cada vez mayores (electrodomésticos), la mujer debe salir a trabajar. Pareciera que ese comportamiento típicamente masculino no tuviera ya razón de ser.
Desde las propias tiendas femeniles, ahora autodeclaradas liberadas, se promueve el modelo de "Hombre Nuevo", (no confundir con el de la década del 60´).
Este ser perfecto, ya no es más el hombre fuerte pero tosco, inteligente pero poco cultivado, parco, respetuoso, y sensato en el momento de expresar sentimientos. Lo que se exige ahora es un hombre que "sea capaz de hacer aflorar su lado femenino" (sic), con todo lo que ello trae aparejado.
Podrán decir (ellas), que de acuerdo a la evolución que ha tenido el mundo occidental, esta "liberación de las pasiones", es no solamente posible, sino deseable, ya que transformaría al hombre en un ser más completo y libre y bla, bla, bla.

OJO AL PIOJO
No señores, esta película ya la vimos. No es así. Y permítanme desarrollar brevemente este concepto.
A través de los siglos las sociedades fueron desarrollándose en complejidad.
Fue a partir de esa complejidad cada vez mayor, que se fueron creando estamentos separados en la sociedad, de acuerdo a las funciones que los individuos cumplían en la misma. Se fueron generando entonces elites, que despreciando el trabajo manual (que lo hacían esclavos, artesanos, o campesinos), y temiendo el riesgo físico (soldados, marineros, exploradores), dedicaban todo su tiempo a diferenciarse de éstos, y transformaron a la aristocracia en un séquito de parásitos que, perdida ya la razón de su existencia, se solazaba revoloteando alrededor de reyes y emperadores. Aún hoy podemos observar algunos residuos de estas lacras, si miramos los programas de televisión transmitidos desde Punta del Este en verano.
Los ejemplares masculinos de esta parte de la sociedad eran delicados al extremo, usaban peluca, se maquillaban, en fin, su aspecto y comportamiento eran los de un ser volcado totalmente a lo sensible.
Ustedes saben lo que pasó. En Francia (curiosamente el lugar donde esta especie logró su máximo desarrollo), los pobres, que eran los que realizaban las tareas más pesadas, y por lógica consecuencia eran quienes conservaban el preciado valor del comportamiento masculino tradicional se cansaron; y rodaron cabezas.


FINAL
Estamos pues, (como espero haberlo demostrado ampliamente), a un paso de una sima insondable para la condición masculina.
De nosotros mismos depende.

En plena tempestad, surcando las embravecidas aguas de la sociedad contemporánea, mientras tratamos de mantener el barco a flote asiendo firmemente el timón, volvemos a escuchar en la lejanía los cantos de las sirenas.
Que son sirenas y no tritones.
Odiseo nos brindó su ejemplo.
Honrémoslo a él, y a todos los grandes hombres.
Espero confiado.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Warren: le agradezco su aporte a la antropología arqueológica sobre el azote que recorre el mundo: el bagarto. Carnívoro nocturno, suele frecuentar antros donde varoncitos alcoholizados peroran sobre fóbal, política y las grandes cosas del mundo, mientras el bagarto, en manadas de tres, aguarda, paciente,su momento.

Anónimo dijo...

Escribo esto lleno de desconcierto y a punto de internarme en un antro sagrado. Venía yo, como siempre caminando. Disfrutaba, tranquilo del paisaje urbano habitual: mujeres que de una u otra forma manifiestan su interés por mí. Situación que me es sumamente grata, mas hoy un desasosiego provocado por la lectura de su nota, me impedía disfutarla. Ah! El-warren, ¿es que nunca se ha de hacer lo que se siente? ¿Es que he vivido caminando hacia la destrucción de mi especie: la masculina? Dígame Usted, si es que lo sabe: ¿he de colocar a las minas en su lugar de fruto esperando ser recogidas o, por el contrario, he de asumir yo esa posición y dejar que me recojan? El deber ser del macho me entristece: ¿nunca se ha de hacer lo que se desea? Estoy ya en dirección al monasterio, donde siguiendo el consejo de Decemberist, estudiaré por años "El código García", para lograr la sabiduría.

Tomás Eastman dijo...

Hágalo Carlitos, pro no se meta con menores....

Anónimo dijo...

Recuerdo a mi madre, warren, cuando yo era chica, puteando mientras trabajaba 9 to 5 y después tenía que encarar a su prole, los inefables quehaceres domésticos, incluido bañar al perro que se había revolcado en bosta, mientras gruñía peligrosamente (mi madre): feministas de mierda, gracias a ellas ahora trabajamos el doble, que liberación el trabajo...Le ahorro el resto.
mi señora madre no sabía que era víctima de la doble jornada, y no sabía que el arte consiste en trabajar "medio horario". O sea, hacer un aporte bastante magro a la economía del hogar - digamos un 20%-, realizar su labor no remunerada - mientras el señor marido hace la suya, a cambio de dinero, y después, indigestada de slogans y confusiones, pretender después que el hombre de la casa además "ayude" y lave platos, y pase aspiradoras, y cuide a los niños, amén de todas las tareas no remuneradas que hacen los hombres en una casa: electricidad, plomería, sanitaria, mandados, taraservice en general, que nadie lo reconoce, y que sólo existe a nivel de queja y reclamo.

Yo creo que en la tautología: igualdad quiere decir igualdad, y si por diferentes razones, muy atendibles, la igualdad no es posible, es imperativa la equidad.

Me fastidian las mujeres que esperan que los hombres resuelvan el tema económico en el hogar, me fastidia que ganen dos pesos y quieran gastar 20, me fastidia que hagan sentir a los hombres que TODO ese peso recae sobre sus hombros. Y me fastidia que no encaren, y tomen de la literatura feminista la parte que les conviene.

y de los hombres, me fastidia que no se ocupen de los hijos. En una buena. Punto. Lo demás es hojarasca.

Y bueno, ahora que hagan cola las feministas para patearme el culo. Me importa un carajo.

Atentamente,

Virginia

Tomás Eastman dijo...

Bienvenida Virginia al círculo de los bienpensantes.
Tendré que consultar con los restantes integrantes (somos todos hombres), para enviarle la invitación para nuestra próxima reunión presencial.Será en el establecimiento EL APARCERO en Lavalleja, donde vamos a cazar Jabalíes a cuchillo.
Le mantengo al tanto
Saludos